¿Cuándo
antes había podido pensar en formar una frase así, con todo el significado que
eso conlleva? Porque ciertamente ese y
que me une a él, es una distancia tan corta que puedo jurar que somos uno
mismo.
lunes, 8 de junio de 2015
domingo, 7 de junio de 2015
Dos mitades.
En
mi habitación, con unas copas de vino encima, y después de una ducha caliente,
estoy sobre la cama recordando lo que pasé el día de hoy. Las palabras de
Daniel vuelven, y se colocan sobre mí, como si me abrazaran. Como si él me
abrazara a través de su recuerdo. La palabra Amor se coloca a un lado mío, me sonríe. Me invita.
Recuerdo
también sus besos castos, repartidos en mis labios y en mi rostro como si
fueran dulces. La forma perfecta de sus
labios y la perfecta simetría que hay entre los míos. Su cabello alborotado que
le hace lucir muy rebelde y sexy. La forma suya que tiene de mirarme. Su manera
de sonreír a todo lo que le digo, y esa abierta franqueza cuando se ríe. La
perfección en sus manos, con dedos largos y delgados. Y la forma en que empatan
con la mía, como si mis manos estuvieran hechas a su medida. Como si las de él
lo estuvieran a la mía…
Como
si ambos, él y yo, fuésemos complemento el uno de otro. Dos mitades de algo que
no tiene nombre.
Un beso casto ya no me basta.
Quizá
a esto le llamen «mariposas en el estómago».
Aunque no lo sé con certeza, porque no he sentido nada igual antes, y no
tengo con qué compararlo. Pero me gusta sentirlo. Me gusta crear esta forma de
comunicación que otorgan nuestras miradas. Decirle, a través de mis ojos, que
con él me la paso la mar de bien, que no quiero que se aparte, que en cambio
deseo que sus labios vuelvan a los míos, ahora por un tiempo más prolongado
porque, de un tiempo para acá, debo confesar que un beso casto ya no me basta.
Que
deseo más de él.
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